Penang

1. Reportaje fotográfico




















2. Sueño para el recuerdo...

Recuerdo cómo se alzaba inmutable, allí, dentro del primer Kyaung de Malasia, escuchando una y otra vez en su móvil quizás el Favourite Worst Nightmare, congelado y ajeno a toda plegaria, mimetizado con el silencio del jardín. Observaba el infinito a través del suelo, siempre absorto en algún pensamiento o eternamente distraído, ciego ante los coloridos ropajes y el brillo de las innumerables imágenes de Buda. Las quimeras del Panca Rupa, guardianes del mundo, no conseguían captar su atención, como tampoco lo hacía aquella peculiar fuente de los deseos o aquél árbol donde era costumbre colgar algún que otro ringgit. Ni tan siquiera la ilustrativa historia de la Iluminación del príncipe Siddhartha parecía aportar un atisbo de luz, valga la redundancia, a su inerte mirada simiesca. ¿Sería aquella la antítesis del Nirvana, sumido para siempre en la oscuridad de unas cuencas vacías? ¿Cuál era el mensaje, si es que había alguno, que se escondía tras aquella inquietante figura?

Hoy he visto cómo un mono le robaba el teléfono móvil a un viajero que, al intentar sacarle una fotografía, quizás se acercara demasiado. Parece ser que es un episodio bastante común en los numerosos lugares que llevan como apellido dicho animal, convertidos típicamente en atracciones turísticas: Monkey Beach, Monkey Forest, Monkey Island, Monkey Temple… 

- En el fondo debe de considerarse afortunado – comentaba alguno –, al menos no tiene que andar preocupándose de vacunas. Anda que si le hubiera mordido… A quién se le ocurre.- Añadía mientras, negando con la cabeza, le lanzaba otro pedazo de manzana a un agitado grupo de jóvenes monos.

Curiosa, cuanto menos, la opinión de aquel tipo que parecía tachar de irresponsable a la víctima, cuando él mismo osaba hacer caso omiso a los carteles que disuadían de dar cualquier tipo de alimento a los simios. Y es que esta conducta parece no ser demasiado beneficiosa ni para ellos ni para nosotros ya que, entre otras cosas, fomenta una actitud agresiva de los animales al acostumbrarse a “la buena vida” y creerse entonces con el derecho de disponer de lo que les plazca, bien sea por las buenas o por las malas. Hasta tal punto llega a ser enfermizo este comportamiento, que algunos sienten incluso la necesidad de almacenar en sus nidos objetos que les son totalmente inútiles, como probablemente ocurrió en el caso anteriormente descrito. Vaya, eso da que pensar…

Por razones obvias, no he podido evitar acordarme de nuevo de aquél simio de mirada perdida que tanto me llamó la atención en Georgetown, encaramado en lo alto, en compañía de su teléfono móvil y sus auriculares, inmóvil ante el paso del tiempo. La casualidad ha querido que recuperara aquellas conjeturas y las reinterpretara acorde a los acontecimientos vividos, como si de una revelación divina se tratase, plasmándolos en esta Bitácora de un Soñador. Bien es cierto que Georgetown, Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO, tiene bastante más que ofrecer que una simple escultura, como así se ha intentado plasmar en la anterior selección de fotografías. Aunque, ya sea dicho de paso, no es menos cierto que, para algunos, cueste apreciar a priori la magia del lugar más allá de la originalidad del arte urbano de Ernest Zacharevic. Eso sí, si se dispone de tiempo suficiente, sin duda se acabará disfrutando de una rica e interesante mezcla cultural, con mezquitas, iglesias, templos hindúes, budistas, taoístas… multitud de edificios históricos, cafés y bares escondidos, posibilidades de escapadas naturales alrededor de Penang y, sobre todo, de una suculenta gastronomía que es bien conocida en toda Malasia. Y, lejos de las miradas de aquellos que no quieren ver, escondida en algún lugar del templo Dhamikarama Burmese, una estatua seguirá por siempre gritando en silencio una enseñanza tan banal como valiosa. Cómo le hubiera gustado descifrar su significado antes de que su ofuscación le transformara en piedra… ¿Sería el simio una brillante interpretación del Ensayo sobre la ceguera de Saramago? ¿Sería acaso una caricatura de aquella famosa cita de Einstein: “Temo el día en el que la tecnología sobrepase nuestra humanidad…”? Por fin entendí lo que tus palabras callaban viejo amigo, simple y llanamente:

“Please, don’t feed the monkeys”

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